El agua es un regalo divino
Desde 2020, nos hemos acostumbrado a vivir bajo la espada de Damocles.
(Para quien no conoce la historia: el tal Damocles vivió 400 años antes de nuestra era en la actual isla de Sicilia, donde formaba parte de la corte del Rey. El monarca, cansado de sus adulaciones le ofreció el trono por un día. Damocles aceptó dichoso y se dispuso un gran banquete en su honor; al sentarse a la mesa, volteó hacia arriba y noto que justo sobre su cabeza una enorme espada pendía de un cabello. Damocles entendió el mensaje, se retiró de la mesa y dejo de adular al Rey. Fin.)
Estar “bajo la espada de Damocles” significa, según la Academia de la Lengua Española, “encontrarse en una situación de riesgo permanente”. Se acordarán qué en 2020 empezamos con la pandemia y que todavía el año pasado el coronavirus anduvo rondando; que en 2022 empezó la guerra en Ucrania, y que este año desde enero nos están diciendo que en junio se va a acabar el agua en México.
El viernes 31 de mayo (o sea la semana pasada) el Servicio Meteorológico Nacional informó que el 89% de los municipios de nuestro país estaban afectados por la sequía. No es la primera vez que tenemos un porcentaje tan elevado, por ejemplo, el 30 de abril de 2011 el porcentaje registrado fue de 95%.
El problema actual es que desde 2021 el número de municipios afectados durante los meses más secos se ha mantenido por encima del 80%, lo que significa que las fuentes acuíferas (o sea cuerpos de agua y depósitos subterráneos) no se pudieron recargar y su almacenamiento es cada vez más bajo.
El último reporte oficial del estado de las presas agrícolas señala que las del sur-sureste presentan el mayor porcentaje de almacenamiento con 41.1% y la región noroeste el menor con 11.8%. En conjunto, estas presas almacenan la mitad de agua que contenían hace un año.
Si a esto se agrega el incremento poblacional, el panorama no es optimista. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) en 60 años la disponibilidad nacional de agua ha disminuido en 68%. En 1960, el promedio de agua disponible por mexicano era de 10 mil metros cúbicos. Para el año 2000 se redujo a 4 mil, actualmente es de 3 mil 200 metros cúbicos, y en seis años será menos a 3 mil.
Estas estadísticas se reflejan en presas vacías, milpas y campos de cultivo abandonados, agua que llega a las casas completamente contaminada, bloqueos en las calles, y muchas otras situaciones complicadas que vemos y vivimos de manera cotidiana.
Y ustedes dirán, ¿y todo esto que tiene que ver con la psico espiritualidad y el desarrollo humano y la paz mundial? Tiene TODO que ver.
El agua es un derecho humano, todas y todos debemos tener iguales facilidades para acceder a ella cuando la necesitemos. Para que esto sea posible, los invito a pensar el consumo del agua desde la perspectiva de lo que es justo. Es decir, hoy o mañana que se vayan a bañar y digan “ay si me merezco un delicioso baño rico de 15 minutos”, piensen que en su colonia viven muchas personas que no van a tener agua ni para sus plantas. Si el derecho al agua de todos no se cumple, ¿es justo que nos demos un baño de 15 minutos, aunque nos lo merezcamos y podamos hacerlo?
Dado que formamos parte de una región tropical donde cada tanto llueve y lloverá mucho, el mayor problema no es que “no haya agua”, sino que hay un “mal manejo del agua”, que es una forma elegante de decir que, como de alguna manera siempre termina habiendo agua porque en algún momento llueve mucho, entonces la malgastamos de muchas formas, lo que refleja la desigualdad en la que vivimos. Si usáramos el agua en nuestra casa en forma responsable, además de que nos solidarizamos un poco con quienes no la tienen mejoramos la famosa gestión, ya que el agua que no nos gastamos alguien más podrá usarla más adelante y, ¿quién sabe? Ese alguien pudiera ser una mamá dando a luz, un médico salvando la vida a un paciente, o un adulto mayor tomando sus medicinas.
Como pueden ver, el agua realmente nos vincula, y eso es algo que tiene lógica porque fluye a través de todo. Recordemos que el 75% de cada ser vivo, incluyéndonos, es agua. En otras palabras, el agua es vida y, si el agua es vida, eso quiere decir que al igual que la vida, el agua es un regalo divino. Esa es la razón por la cual, solo dejando al agua en paz y reposo, puedo hacerle un bien a alguien más. Porque esa agua que yo no necesito sabrá como hacerse un camino para llegar ahí a donde sí es necesaria.
Ustedes se acordarán qué hace unos 20 años se puso de moda un librito llamado “Los mensajes ocultos del agua” escrito por un señor japonés llamado Masaru Emoto. Sin dejar de reconocer las críticas que recibió el Dr. Emoto por sus métodos de investigación (que, digamos, sí eran un poco chafas), sus imágenes de las moléculas de agua en forma de copos de nieve cautivaron la imaginación del mundo, porque nos mostraban al agua como un ser vivo, sensible y perspicaz, capaz de manifestar otros niveles de conciencia y de comunicarse espiritualmente.
Puede ser que los hallazgos del Dr. Emoto hayan sido una tomada de pelo, pero sinceramente no lo creo. Además de que su idea es emocionante, poderosa y llena de esperanza, hay algo de ella que resuena intuitivamente. Si la ciencia nos ha demostrado que solo donde hay agua puede haber vida, luego entonces, ¿cómo es que una sustancia tan simple e inanimada esta llamada a ser el inicio de todo?
No deja de sorprenderme que algo tan sencillo en su composición química y tan abundante en el universo sea tan complejo, encierre tantos misterios... y sea objeto de tanto maltrato por parte de los humanos, que tanto le debemos.
Así que ya lo saben, la próxima vez que estén bañando al perro, echándose unas gárgaras, o lavando el coche a manguerazos, recuerden que lo están haciendo con un regalo divino.
Excelente tema, gracias querida Aurora!