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La herida de rechazo


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Tod@s hemos sentido, en algún momento, el peso del rechazo por distintas circunstancias ya sea por nuestro aspecto, creencias, opiniones, condición social, o incluso por nuestras habilidades o falta de ellas. 

 

Aunque el rechazo es algo frecuente en la convivencia social, la herida de rechazo surge durante la infancia como consecuencia directa del desprecio que experimentamos sobre todo por parte de mamá, papá y/o alguna otra persona cuidadora.  Esto no significa que todas las personas del mundo tenemos la herida de rechazo muy marcada o como herida principal, solo que la tenemos aunque sea en grado mínimo.

 

Desde la teoría que sustenta la terapia psico corporal, la herida de rechazo ocurre muy temprano en nuestras vidas: desde la concepción hasta las primeras horas o días de nacidos.  Recordemos que, aunque el cerebro tarda aproximadamente 20 años en desarrollarse por completo y madurar, el sistema nervioso constituye una de las primeras partes que se forma en un bebé, por lo que, pese a que no existe aún la habilidad de razonar, el feto o el recién nacido sí pueden percibir información a nivel sensorial.

 

Por esta razón eventos como una enfermedad o un accidente de la madre; una discusión fuerte entre ambos progenitores o la sensación de miedo en la mamá de no ser suficientemente apta para la maternidad (entre otros ejemplos que pueden llegar a ser más drásticos como un intento de interrumpir el embarazo), logran ser percibidos a nivel del sistema nervioso como un rechazo, como un mensaje de no ser bievenid@ a la vida.  Aunque el bebé no guardará esta memoria en su conciencia, a nivel inconsciente sí tendrá esta vivencia de rechazo y más adelante en la vida, hará lo posible por evitar que se repita, logrando muchas veces justo eso que tanto se esfuerza por evitar.

 

No todas las heridas de rechazo tienen este origen.  Ésta también puede aparecer más adelante en la infancia, como consecuencia de alguna invalidación que en forma reiterada proviene de compañeros de la escuela, amistades, parientes con los que hay contacto frecuente (abuelos, tíos, primos, etc.), o profesores.  Esto quiere decir que la herida de rechazo potencialmente puede surgir en un contexto social, lo que tiene mucha trascendencia para el desarrollo de la niña o el niño, que en esta fase necesita justo lo contrario: que se le incluya a partir de los aspectos positivos de su personalidad.

 

Uno de los primeros indicadores de herida de rechazo constituye el deseo de aislarse y desconectarse de la realidad. Algo como un estar sin estar del todo ni en el cuerpo ni el momento presente. Las personas con esta herida desarrollan personalidades introvertidas, solitarias, sumamente reflexivas (a veces demasiado) y les cuesta muchísimo trabajo relacionarse. Tanto, que en ocasiones son vistos por los demás como agresivos u hostiles, aunque en realidad sólo se están protegiendo de un entorno que para los demás es muy normal, pero ellos ven como muy amenazante. 

 

Personas que viven mucho en su cabeza, tienen dificultad para expresar sentimientos, y que acostumbran a huir de situaciones que les resultan adversas o incómodas – aunque en realidad no lo sean – seguramente son portadoras de la herida de rechazo.

 

Otro rasgo importante de quienes llevan esta herida es el sentirse indignos de amor, dando como resultado una personalidad perfeccionista y solitaria, que no gusta de relacionarse con los demás puesto que, desde su óptica, a mayor número de interacciones hay más probabilidades de un rechazo.

 

Por otra parte, estas personas son también increíblemente intuitivas y tienen potencialmente habilidades para desarrollar el contacto espiritual. Algunos de los grandes científicos que realizan aportaciones significativas y valiosas para la humanidad; varios artistas y creadores de obras sublimes, suelen tener esta herida y su trabajo parece una suerte de canalización de información de otros planos.

 

En resumen, una persona con baja autoestima y una autopercepción negativa, que se toma de manera personal cualquier observación o crítica, que vive aislado y que le cuesta trabajo aceptar los elogios, seguramente es una persona con herida de rechazo.  Alguien que, según la sanadora Barbara Brennan (famosa por el libro Manos que curan, entre otros) “… son como hermosas casas, llenas de hermosas habitaciones, ninguna de las cuales está conectada entre sí”.

 

Finalmente, si nos parece estar ante una herida de rechazo, ¿podemos hacer algo?  La respuesta es sí.  Hay que identificar los rasgos y aceptar que se tiene esa herida para trabajar en ella y, sobre todo, reforzar la autoestima haciendo tareas y cultivando relaciones saludables que nos hagan sentir bien.

 

Recordemos siempre que no existen seres humanos sin heridas ni seres humanos que tengan heridas puras, expresadas en un 100%. Todos poseemos una combinación, única y personal, de las heridas del alma de rechazo, abandono, humillación, injusticia, traición. Porque el trabajo que hemos venido a realizar a la Tierra tiene justo que ver con sanar.

 

¡Como siempre, les agradezco mucho que me lean!

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