MI MANO Y SUS LECCIONES
En un mundo que irremediablemente nos lleva a la sobre exposición a través de las redes (Contar qué hicimos; a dónde fuimos; con quién estuvimos y, sobre todo, lo inmensamente felices y perfectos que somos) la verdad que no es que disfruto mucho hablar de mí y lo que me sucede. Lo más seguro es que esto se deba a que pertenezco a una generación ya vieja que no acostumbra a compartirlo todo.
Sin embargo, como quizá sepan, hace poco decidí publicar que, tras una caída, me fracturé la muñeca de la mano derecha. Fue mi manera de avisar que cancelaba la mayor parte de mis actividades hasta nuevo aviso.
Vuelvo al tema pues, aunque desde el principio me di cuenta de que este accidente encarnaba un reto personal importante, no creí que tanto.
Formaba parte del amplio número de personas que suponen que te rompes un hueso, te enyesan, esperas a que pegue bien, te quitan el yeso… y listo: puedes retomar tu vida. Nada más lejos de eso. Un hueso tarda en soldar, al menos, seis meses. Y la inactividad de músculos y tendones, resulta en debilidad extrema y pérdida de la movilidad. Retirar el yeso señala sólo el comienzo de un proceso largo, lleno de momentos amargos. Como bien me dijo el traumatólogo: la rehabilitación duele más que la fractura misma. Y eso es mucho decir.
Así, tras varias sesiones de rehabilitación y, a veces, de llanto incontrolable, quiero compartir algo de lo que considero más valioso entre mis aprendizajes post fractura:
Uno nunca cree que estas cosas le vayan a pasar. Pero sí pasan
Algunas interpretaciones holísticas son obvias. Estaba haciendo demasiadas cosas y mi cuerpo me invitó a parar.
No sólo hacía muchas cosas relacionadas a mi trabajo. También hacía muchas cosas -demasiadas- para sostener relaciones y mantener a personas contentas y cerca de mí. En cuanto ya no pude esforzarme, porque mi tema físico me lo impidió, vi la realidad que mis anhelos de amor me hacían teñir de rosa. Esta ha sido, quizá la más dura forma en que la vida me ha enseñado verdades incómodas. En una relación, de la índole que sea -familiar, amistosa, romántica- una sola persona no puede amar por dos.
Mi educación tanto como mi historia de vida me han enseñado a resolver y a valerme por mí misma como mejor pudiera. Semanas, meses, de pedir ayuda hasta para peinarme, me han recordado mi vulnerabilidad, así como una hermosa lección: Está bien recibir auxilio de los demás. Y está bien pedir lo que necesito.
Hablando de recibir, he recibido mensajes escritos con cariño, llamadas para preguntar cómo estoy y el afecto de personas que no imaginé se interesaran por mí. Como me dijo mi hermano Eduardo -veterano de las fracturas- “Sanar precisa de amor verdadero. Estos procesos son enemigos de las energías falsas. Las lesiones precisan de amor propio. Y si es del ajeno, sólo evolucionan con el sincero”. Gracias, pues, por tanto amor como he recibido.
Sé que hay otras personas que han sufrido accidentes verdaderamente graves y para nada pierdo de vista las dimensiones. Siento muchísimo respeto por quienes han sanado y están sanando de circunstancias donde ha peligrado su vida o integridad. Únicamente quise compartir algunas lecciones que esta vicisitud me ha traído, y agradecer la fortuna del amor de quienes me quieren.
Un beso (porque un apretón de manos todavía no puedo) y nos leemos pronto.
PD: Les dejo una foto de mi garrita, muy parecida a la Nosferatu


Gran mensaje queridisima of the Villages, tienes razón en que si no le bajas a tu ritmo de vida, el cuerpo se encarga de aplicar el freno de mano....(literal en tu caso).Deseo te reuperes muy pronto y ya toca tomarnos un delicioso café con pastel de chocolate estilo alemán....😀