TE ENOJASTE

Advertencia: el siguiente texto contiene lenguaje altisonante y describe situaciones que algunas personas pueden encontrar inquietantes. Denuncia la violencia al 911 en el territorio mexicano o al *765 en CDMX
Te enojaste. Fue algo que dije o hice, nunca me lo aclaras.
De cero a 100 en dos segundos. Te conviertes en alguien desconocido, un ser horrible. Gritas, tus ojos enloquecen, tu voz se hace grave, hueca “¡hija de puta!” y sueltas el primer manotazo. Tu blanco es mi cara, primero “¡te odio. A ti y a tu maldita cara, puta!”.
Odias mi cara, pero no ves la tuya convertida en una máscara espantosa, en la imagen de la rabia. “¡Te odio. Te voy a matar!”. Aúllas y sigues golpeando mi cara, mi pecho, mis piernas.
Me pateas. “¡No llores!”, gritas “¡Cállate, perra!”. No estoy llorando ni puedo hablar, pero tú no te das cuenta. Estás ciego, loco.
Hace rato que ya no reacciono pero tu pateas mi cuerpo que parece un muñeco. Si supieras que ya no estoy ahí dentro, quizá te detendrías. Te miro patearme, te escucho insultarme. Tú no me ves. Estoy arriba de ti.
Parece que a punta de golpes, me has sacado de mi cuerpo. Puedo ver la sala, los muebles tirados, los cristales rotos, mi sangre salpicando todo. Y te puedo ver. Me sigues golpeando. Claramente esta vez has pasado una línea. No puedes parar y sigues.
Veo la escena terrible, pero yo no siento dolor, sólo siento una especie de paz mientras más te ensañas con esa bolsa de huesos rotos, vísceras estalladas y heridas sangrantes que fue tu mujer por ocho años, que fue mi cuerpo.
Me aislaste de todos. Me alejaste de mi familia, los hiciste cansarse de advertirme que esto pasaría. Lograste ahuyentar a todos mis amigos. Me convertiste en tu criada, tu perra y tu víctima. “Estás sola. Sólo me tienes a mí, pendeja”, me amenazabas y te creí.
Te creí hasta hoy. Desde afuera del cuerpo que estás masacrando veo como la sala comienza a llenarse. Otras como yo empiezan a llegar. Tú no las ves. Flotan, flotamos sobre ti y sin palabras me dejan saber que a ellas también la sacaron de sus cuerpos a golpes, a balazos, con torturas inimaginables… Por servir una sopa sin sal, por cerrar mal una puerta, por usar una falda menos larga de lo debido, por dejar que asomara su cabello por debajo del velo. Motivos sobraron. A todas nos quitaron el cuerpo.
Y ahora sí, con ellas, mis hermanas sin cuerpo rodeándome, puedo por fin llorar y ellas lloran conmigo. Lloramos por ti, pero nunca lo sabrás.
La próxima cosa que sabrás, es que varias patrullas están afuera de tu casa, la policía llama a tu puerta y vienen por ti. No los escuchaste venir. Estabas absorto sacándome del cuerpo.
Mis hermanas y yo vemos cómo te esposan y cómo se llevan dentro de una bolsa negra ese despojo sanguinolento donde alguna vez viví, donde alguna vez te amé.
@AuroraDelVillar
QUE TRISTE ,QUE FUERTE NARRACION AURO
LAMENTABLE QUE ES UNA HISTORIA QUE SE REPITE DIARIAMENTE EN TODO EL MUNDO.
Me voy a unir a la lista de Claudias y Claudios comentando. Qué buen texto, qué bien escribes Aurora.
Qué cruda historia y más crudo que esto sea una realidad para muchas.
Que fuerte. Rezo por que evolucionemos, hombres y mujeres, para vivir en armonía, respeto y reconocimiento de nuestro valor.
Qué pieza literaria tan impactante, deja pensando si vale la pena para la mujer ponerse como objetivo de vida tener un honbre “hasta q la muerte los separe…”
No cabe duda que somos una especie prescindible para el planeta